Los dichosos percentiles

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Debo ser una madre horrible porque, aunque mi hija Mayor tiene cuatro años cumplidos, no sabía lo que eran los dichosos percentiles hasta hace unos meses. 15, para ser exactos. Cuando Tulga empezó a hacer fruncir el ceño a la pediatra cada vez que pasaba por la báscula.

Y es que, amigos y amigas, Tulga me ha salido escuchimizada. Flacucha. Hasta, puede, que un poco canija… o dicho en términos médicos: de percentil bajo.

Quizá porque la Enana siempre estuvo en la parte alta de la tabla o porque mi anterior pediatra pasaba bastante del tema, viví mis primeros dos años y medio como madre sin que nadie mencionara la palabreja en cuestión… más a gusto que un arbusto, debo añadir. Sin embargo, cuando la Pequeña cumplió tres meses, en una visita rutinaria, nuestra nueva (y joven) doctora me hizo notar que la chiquilla no se ajustaba a los cánones establecidos y que, por lo tanto, no estaba bien.

La miré con la misma expresión que habría puesto al ver una jirafa bailando claqué. Y, claro, la buena señora se vio en la obligación de darme todo tipo de explicaciones. Me enseñó una gráfica en la pantalla del ordenador e indicó un puntito bien abajo, casi fuera de las líneas de colores: «Mira, Tulga está aquí, pertencil 7 de peso y aunque ha cogido algunos gramos desde la última vez, hay que controlarla». Acto seguido me hizo la pregunta que me amargó la existencia los siguientes tres meses: «¿Notas si tienes leche?». Yo, que olía a yogurt agrio por mucho que me pasara por agua y no daba a basto a cambiar los discos de lactancia del sujetador, le contesté con un rotundo «Sí». No se lo creyó, of course.

A partir de ese momento, tuvimos que acudir a control de peso cada 15 días, mientras cuestionaban una y otra vez mi capacidad para alimentar a mi hija y a mi me salía humo por las orejas (por los paseos al centro de salud y por las miradas subrepticias a mis tetas). Si hubiese sido primeriza, no conociera bien mi cuerpo o no hubiese leído todo lo leible sobre la lactancia materna, el biberón habría entrado en nuestras vidas. No hubiese pasado nada, faltaría plus. Ya sabía lo que era la lactancia mixta, pero si la niña estaba sana y seguía engordado ¿a qué venía tanta historia?

«Bueno, cuando empieces con la alimentación complementaria ya cogerá peso», me dijo la enfermera en uno de los controles, por si me servía de consuelo. Le sonreí de la manera más neutra y educada que pude para que no se diera cuenta de hasta qué punto me la traía al pairo. Tulga se parecía a mi. Era de complexión pequeña. Ya está. No había que buscarle tres pies al gato.

Pero el Destino no había acabado conmigo todavía. Por si no me había quedado claro lo malo que era no encajar en los percentiles, llegó el turno de la revisión de los tres años de la Mayor. Y ahí sí que ardió Troya. Tras medirla y pesarla, la pediatra estuvo a punto de sufrir un ataque de apoplejía: se le salía de la tabla ¡pero por arriba! Percentil 92 de peso y 97 de estatura. Vamos, que no se acercaba a la media ni de lejos ¿Y qué hizo mi dulce doctora? Pues poner a régimen a la niña, tras obligarme a hacerle un análisis de sangre para descartar problemas de tiroides o diabetes. Me tuvo con los huevos de corbata dos semanas pensando que a la chiquilla le pasaba algo más que el simple hecho de parecerse a su padre.

Y ahí estaba yo: con una hija gorda y la otra flaca, preguntándome si la genética nos estaba gastando una broma pesada o realmente no sabía darles de comer a ninguna.

Los controles de peso siguieron, esta vez por duplicado y en verano, después de tres meses de purés, fruta, pan y galletas a mansalva, la pediatra llegó a la conclusión de que Tulga sencillamente era así, que no iba a subir de percentil por mucho que zampara y decidió dejarnos tranquilas. La Mayor había pegado un estirón y perdido algo de peso (a costa de pelearme con ella en desayuno, comida, merienda y cena) y aunque seguía en lo alto de la gráfica, pude relajar su dieta draconiana y permitirle algún capricho. Hicieron falta seis meses para que la doctora comprendiera lo que había deducido yo tres segundos después de escuchar la palabra «percentil»: que es imposible que tooooooodooooos los niños del mundo estén en la media. Los habrá altos y bajos, delgados y rellenitos, igual que sus padres y otros adultos del entorno. Mientras lleven una dieta saludable y estén sanos el lugar que ocupen en la tabla es lo de menos.

Para terminar, por si hay alguna como yo, totalmente perdida con el tema, Soy madre y ahora qué, explica divinamente en este post qué son los dichosos percentiles. Yo, de momento, he decidido pasar olímpicamente de ellos y limitarme a cocinarles a las niñas unos buenos platos de lentejas… ¡He dicho!

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21 responses to “Los dichosos percentiles”

  1. Soymadreyahoraque says :

    Lo mejor que puedes hacer es pasar olímpicamente del tema de los perceptibles, lo importante es que se las vea sanas.
    Cómo no van a tener complejos con el físico si desde pequeños ya les estamos poniendo a dieta o inflándoles a comer porque no encajan en unos estándares?
    Muchas gracias por la mención, expliqué lo que eran los percentiles lo mejor que pude jejeje…

    • Norgwinid says :

      A mi me quedó clarísimo en tu post!!! La verdad es que yo creo que los pediatras le dan más importancia de la que tiene esto! Qué manía de hacernos encajar a todos en las mismas medidas!

  2. Madre y Blogger says :

    No doy crédito a que tu pediatra haya puesto a una niña a dieta. Si de altura fuera pequeñita y de peso se saliera de la tabla… Pero los percentiles están proporcionados! Se han vuelto locos con los percentiles…

    • Norgwinid says :

      Es lo que yo le dije: ¿pero, mujer, no ves que está proporcionada? Que la chiquilla es grande, sí, pero ya está. Aún así su diagnóstico fue obesidad moderada y dieta al canto!

  3. mamacaotica says :

    Que manía con los percentiles, yo paso de ellos. Rubiales esta bien de altura pero es delgadita.
    Por que no es vez de fijarse en los percentiles se fijan en la genética, que es lo que realmente hace a los niños como son?
    Lo de ponerla a dieta me ha matado, como poner a dieta a unas niña tan pequeña? Vaya tela con la pediatra…

    • mamacaotica says :

      en*

    • Norgwinid says :

      Pues fíjate como me quedé yo. La pasé a leche semidesnatada, a yogures desnatados, la fruta antes de la comida, no de postre, por el efecto saciante, y claro, nada de golosinas, galletas, dulces o chucherías de cualquier tipo. El cola-cao y los zumos de brick, desaparecieron de la faz de la tierra. Bocadillos sólo de fiambre de pavo o queso ligth… vamos, una mierda pinchada en un palo. La pobre estaba con hambre a todas horas y en cuanto veía a un niño comiendo gusanitos en el parque me lloraba para que le dejara comer dos o tres. Ufff. Qué agonía por una bobada!

      • mamacaotica says :

        Ostras! pobre ella y pobre tu, que te tocaba hacer todas esas cosas cuando podías darle lo de siempre.
        Bueno, eso nos pasa por hacerle caso tanto a los pediatras que muchas veces se equivocan, tenemos que dejarnos guiar por nuestro instinto de madres.

  4. mamaymaestraentierradenadie says :

    A mi también me ponen negra, desde la ecografías ya empezamos, mi hijo venía pequeño y que?? Si es bajito y más llenito?? Que hago? Es un niño feliz y disfruta de cada momento, a la m… los percentiles aunque miedo me da la revisión de los 18 meses

  5. Mamadichosa says :

    Bueno soy madre desde hace 2 meses y unos días. Primeriza. Como lo de darle teta no salio bien, le doy biberon. Y la verdad es que aunque tengo muchas inseguridades lo de los percentiles me importa bastante poco. (Tampoco los entiendo, una que es de letras…y lógica.No todos los crios son iguales) no sé si es por que no pude darle pecho o por que la veo bien pero si me dicen que esta baja o alta de peso la verdad es que me lo voy a tomar con calma. Ya me horrorizo sin sentido por otras cosas…

    • Norgwinid says :

      Jajaja. Si es que es difícil de entender, Por eso recomiendo el post de «Soy madre… y ahora qué?» porque lo deja claro y cristalino ¡hasta para mi!
      Yo le di la importancia justa, aunque me molestó mucho tener que ir cada 15 días al ambulatorio para pesar a la peque. Mientras estuve de baja bien, pero luego… ¡menuda tenía que armar para poder salir del trabajo!

  6. Paloma Iraizoz says :

    Y el premio a la imbécil del año es para… ¡la pediatra! Qué manía con clasificar a todo el mundo. Cada uno es como es y punto. Y si, como dices, están bien alimentadas y sanas no hay nada de qué preocuparse.
    El mundo sería muy triste si todos fuésemos iguales 🙂

    • Norgwinid says :

      Eso es lo que opino yo. Su padre y yo somos muy diferentes, en constitución, estatura, peso, color de pelo… La genética se encarga de distribuir las cartas y cada uno le toca lo que toca!!

  7. marifififi says :

    Bien que haces! En mi pediatra no nombran el percentil, imagino que lo miraran pero nombrarlo, no lo nombran. Besicos!

  8. Primeriza en Apuros says :

    Excuse me? Quería la Sra Pediatra que tu hija ‘saltara de percentil’? Estamos locos! Jajajajaja Precisamente, según mi pediatra, eso sería síntoma de algun problema. Si el niño/a está en el percentil 3 (como el mío), lo seguirá estando hasta bien bien los 3 años. Lo importante, me dice él, es que siga una progresión normal. Dieta a unos niños sanos? Virgen de la macarena… ¡Un gallifante a la doctora!

    • Norgwinid says :

      Un gallifante y dos gallifantes también! La Peque se ha mantenido en su percentil (6-7) desde que tenía un mes, pero ahora en la revisión de los 18 meses ha pasado del percentil 10 y la pediatra nos hizo la ola. Y sí. Dieta. Que a ver cómo le explicas tú a una niña de tres años que no puede comer gusanitos o tomarse un pettis suis!

  9. Diario de una mami says :

    Hasta los webs de los puñeteros percentiles. Son un invento del demonio. Un análisis de sangre se ganó mi hija con menos de un año porque se salía de la gráfica (por debajo). Todo estaba bien, y el pediatra esgrimió aquello de «es pequeñita, pero está sanota».

    Estuvimos llevándola a pesar cada mes, hasta los 2 años aproximadamente, al centro de salud. Ahora ya vivimos sin estar pendientes de la báscula, asombrados de su evolución física, mental y social, aunque tiene casi 2 años y medio y no pasa de los 11 kilos. 😉

    • Norgwinid says :

      Jajaja. Me parece que Tulga va por el mismo camino… Acaba de cumplir 18 meses y pesa 9 kilos… A mi me da igual. Está sana, es lista,
      ágil, hábil con sus deditos maravillosos y come bien. Simplemente es de constitución pequeña, igual que su hermana es de constitución grande (por cierto, con 18 meses la Mayor debía rondar los 12 kilos. Toma diferencia!!!). Creo que muchos pediatras se empeñan en hacer encajar a los niños en unas tablas rígidas y cuando no lo consiguen, se alteran. En fin. Señor, dame paciencia…

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