Tag Archive | Estivill

Dormir, dormir. Tal vez, soñar…

Quizá lo que peor llevo como madre es el no dormir. No dormir me mata. Y eso que tengo un aguante más que aceptable a pesar de la ausencia de cafeína en mi organismo… Llega un momento, sin embargo, en que mi última neurona dice «hasta aquí hemos llegao, bacalao» y ondea la bandera blanca. El cansancio acumulado se convierte en malhumor constante y acabo pareciéndome a un extra de The Walking Death, mientras me arrastro por la calle balbuceando: almohaaadaaaa, almohaaaadaaaa…, con la babilla colgando de la comisura de los labios y los ojos inyectados en sangre. Un horror, vamos.

lori-zombies-the-walking-dead

Yo, tras una mala noche…

Y es que esto del sueño del bebé da para mucho y para todos los gustos. Vaya por delante que no soy partidaria del famoso método del doctor Estivill que consiste, básicamente, en dejar que el niño berree a pleno pulmón el tiempo que sea necesario hasta que se duerma de puro agotamiento. Herramientas: una puerta cerrada y tapones para los oídos, porque la cosa puede ir para largo. Jamás, ni en los peores tiempos de la Enana, probé a dejarla llorar. Sencillamente no podía. Era superior a mis fuerzas. Entre mis vecinos conozco varios casos a los que les fue divinamente con este método: el niño lloró como un poseso un par de noches y a la que hizo tres, todos a la cama a soñar con los angelitos. Jamás se me ocurriría cuestionarles, sobre todo, porque he experimentado en mis carnes el grado de desesperación que puede generar un bebé que no deja dormir durante días, semanas o meses, pero, repito, el sistema no va conmigo.

La Mayor nació con el famoso síndrome de la «cama de pinchos», o sea, no había forma humana de depositarla en un carrito, cuna o similar sin que se despertara sobresaltada y exigiera volver al cómodo y exhausto regazo de su madre. Este síndrome, además, iba acompañado por una extraña alergia: a cerrar el ojo más de dos horas seguidas, no fuera a ser que en el entretanto sucediera algo extraordinario y se lo perdiera por echar una cabezada. El resultado fue que, hasta que cumplió año y medio, yo me pasé el 80% de las noches en vela. Fueron meses de teletienda y de quedarme dormida en los sitios más inverosímiles: en el suelo de su cuarto, en el trabajo, durante la cena con unos amigos… Meses en los leí miles de blogs y de libros intentando encontrar una fórmula mágica con la que mi hija no se despertara cinco o seis veces cada noche, en los que las fantasías eróticas dieron paso a fantasear con hacer la siesta o con interpretar a la Bella Durmiente en la función de la guarde,…¡cualquier cosa que me permitiera cerrar los ojos más de cinco minutos! Me sirvió de mucho «El sueño del bebé sin lágrimas» de Elizabeth Pantley, sobre todo, para comprender que servidora no era un perro verde, que había muchas mujeres en mi situación y que la frustración, el desespero y el agotamiento existencial que sentía eran perfectamente normales Ahora la pregunta del millón: ¿Me solucionó algo? Pues no. Nada de nada. No hay milagros pa’ esto. Los consejos que da la autora en el libro, igual que los de Rosa Jové en el suyo, son muy chachis pirulis, pero poco prácticos, porque cuando la criatura dice que no quiere dormir, no quiere dormir y da igual que sigas una «rutina del sueño», que no la incites al juego, que bajes el tono de voz, de luz y de actividad o que le cantes una saeta (por la Semana Santa, digo). Al final lo único que funciona es la paciencia y dejar que el niño vaya madurando también en esto de irse a la cama ¿Que es una mierda? Pues sí, porque en esas circunstancias una haría cualquier cosa con tal dormir del tirón… Para que os hagáis una idea de mi vida en 2012 os copio aquí el diario del sueño de la Enana durante el mes de agosto (el angelito tenía por entonces unos 7 meses):

Dormida 21:15 (al pecho)

Despierta 23:40. Vuelta a dormir 00:10 (acunada)

Despierta 02:25. Vuelta a dormir 02:40 (al pecho). Falsa alarma: despierta otra vez a las 02:50. Vuelta a dormir a las 03:10.

Despierta 05:15. Vuelta a dormir 05:30 (al pecho)

Despierta 06:45. Vuelta a dormir 06:55 (acunada)

Despierta (definitivamente) 08:05

Si lo sumáis todo os dan unas 9 horas de sueño nocturno, más otras dos de sueño diurno, un total de 11 horas que a simple vista está muy bien, pero que en la práctica son la jodienda madre. Tened en cuenta que cada vez que ella se quedaba dormida yo aún tenía que volver a mi cama y hacer lo propio y había ocasiones en las que, literalmente, acababa de poner la cabeza en la almohada cuando me volvían a tocar diana.

Llegué a estar tan desesperada que una noche decidí dejarla llorar. Esperé en mi cuarto dos minutos a ver si volvía a dormirse, a ver si me perdonaba un despertar, pero su llanto sólo subía y subía de nivel y al final no lo soporté. Fui a su habitación, la saqué de la cuna y llorando yo también a moco tendido de puro agotamiento me la puse al pecho hasta que volvió a quedarse dormida ¿Cómo sobreviví? Pues metiéndola conmigo en la cama. No por eso dejó de despertarse, pero al menos yo apuraba más el tiempo entre sueño y sueño y en alguna ocasión, ya algo crecida, se llegó a buscar ella misma la teta para adormecerse sin molestarme a mi en el proceso. Luego leí que esto del colecho es una modernez y un no – sé – qué de crianza natural, pero para mi fue sencillamente mi salvación.

Con semejantes antecedentes estaba temblando ante la llegada de la pequeña Tulga, pero hete aquí que la vida da muchas vueltas y mi nuevo pimpollo me ha salido dormilón. Desde que nació se ha saltado siempre una de las tomas nocturnas, dejándome dormir cinco o seis horas seguidas sin interrupciones. Además cuando abre el ojo, mama un ratito y vuelve a quedarse dormida ipso facto por lo que no me supone un gran trastorno. Eso sí madruga una barbaridad: a las 6 y media de la mañana ya está pidiendo jarana, pero claro desde las nueve menos cuarto de la tarde son muchas horas sobando… Es más: el otro día me dio una sorpresa morrocutuda. Estaba a punto de dormirse cuando un ruido fuerte la espabiló y a pesar de mis esfuerzos al final me tocó subir con un bebé con los ojos como platos a acostar a la Mayor. Mi Enana se quedó frita bastante rápido pero Tulga decidió que, ya que estaba despierta, había que jugar, así que empezó a retorcerse en mi regazo intentando llegar a la luz que emitía el piloto nocturno de su hermana. Yo llevaba hora y media con ganas de hacer pis, y en vista de que aquello iba para largo, dejé a la peque en su cuna y me fui un momento al baño. Para mi estupor, a la vuelta la criatura estaba total caput. Sin acunar. Sin pecho. Sin llantos. Se había dormido ella solita y además en tiempo récord.

«Nena, aquí hay gato encerrado. No cantes victoria todavía», pensé yo, que a estas alturas estoy escaldada como los pollos. Me quedé un rato a la puerta de su habitación, esperando oírla en cualquier momento. Pero no. Las dos estaban en el séptimo cielo… ¡y yo en el noveno!

Tulga sigue compartiendo mi cama, porque cuando se despierta a las dos de la mañana me resulta más cómodo meterla conmigo que quedarme sentada con la teta al aire en mitad del invierno a esperar a que se duerma. Vaga que es una… y con poco espíritu de mártir. La barrera que nos prestó hace tres años mi antigua vecina M. aún es un imprescindible de mi dormitorio y lo seguirá siendo mientras la peque no duerma del tirón (Ains, cuántas cosas tuyas tengo todavía!!!!). Yo por ahora soy aceptablemente feliz: la Enana, tras unos meses dando guerra by celos, ya duerme otra vez toda la noche y mi bebé es una buena chica que no pretende que su madre se gaste todo el sueldo en crema antiojeras ¿Qué más puedo pedir?  Pues dormir. Dormir… ¡y tal vez, soñar! ¡Felices vacaciones de Pascua a todas!

Maracutaia Livros

Entretenimento em todas as letras

Entre Togas y Chupetes

Madre y Abogada a tiempo completo y sobreviviendo.

otro blog de mamis

aventuras de una mami de tres, con título especial

Urban&Mom

Historias de una mamá en la ciudad

39 semanas

O como ser mamá y no morir en el intento

Diario de una endorfina

Diario ilustrado de un embarazo y de la vida loca con 2 gorditos a bordo

la aventura de mi embarazo

O como ser mamá y no morir en el intento

SAMBA IBÉRICA

O como ser mamá y no morir en el intento

Mucha Vida

cocina sencilla para novatos, vividores y bocas audaces